Aprovechar las oportunidades y garantizar los derechos y la libertad de decisión de todas las personas
La población mundial alcanzará la cifra de 8.000 millones en noviembre. Este hito es un momento de celebración. Hemos reducido la pobreza y logrado avances increíbles en la atención de la salud. La mortalidad infantil y materna han experimentado un descenso. Las personas disfrutan de una vida más larga y saludable.
También es momento de reflexionar y de que todos los países hagan balance e impulsen acciones, independientemente de la dirección del crecimiento de su población. Porque sabemos por experiencia que este anuncio será recibido con alarmismo: temores de que el mundo se encuentra al borde o bien de una desastrosa superpoblación o bien de un catastrófico colapso poblacional. Estos temores son de por sí motivo de preocupación: la historia nos ha demostrado lo que puede suceder cuando concedemos una mayor importancia al concepto de “población” que a las propias personas.
Mientras nos preparamos para conmemorar el hito de los 8.000 millones de habitantes, debemos recordar al mundo que el valor de la humanidad no se divide cuando sumamos miembros, ni tampoco se reduce con las pérdidas. Cada persona contribuye con su ingenio, bondad, liderazgo, trabajo, creatividad y corazón a la familia humana. Todos merecemos beneficiarnos de un mundo más justo, próspero y sostenible.
Pero ello no significa que dejemos de contar. Cada país debe prever y comprender el modo en que cambia su población para lograr el mundo al que aspiramos y nuestra Agenda 2030. Además, debe proporcionar unas respuestas singulares, basadas en datos que puedan ayudar a mitigar los efectos potencialmente negativos y aprovechar plenamente las oportunidades que también se presentan con el cambio demográfico. Es lo que llamamos resiliencia demográfica.
Las poblaciones experimentan flujos constantes. Por ejemplo, la composición y estructura de las poblaciones cambian según las personas tengan más o menos hijos. Las poblaciones envejecen y por lo general las mujeres sobreviven a los hombres. El movimiento poblacional dentro de los países y entre ellos, causado por conflictos, pandemias o crisis climáticas, o por la búsqueda de mejores oportunidades, también desempeña un importante papel. Todos estos cambios pueden tener una repercusión significativa en las diferentes esferas de la sociedad. El cambio demográfico es una de las cinco megatendencias identificadas por el Secretario General de las Naciones Unidas que guían los avances en la implementación de la Agenda 2030 y en pos de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).
Un sello distintivo del cambio demográfico actual es cuánto varía este último en función del país del que se trate. Nunca antes en la historia de la humanidad hemos visto una diversidad tan extrema en la media de edad de los países y en las tasas de fecundidad de las poblaciones. Aunque un número creciente de países sufre el envejecimiento de su población y aproximadamente la mitad de la población mundial vive actualmente en países con déficit de fecundidad, otros cuentan con poblaciones jóvenes y en crecimiento. También es cierto que el mundo nunca ha visto disparidades tan alarmantes. Las desigualdades, incluidas las de oportunidades, generalmente vienen determinadas por el género, la edad, el origen, el origen étnico, la discapacidad, la orientación sexual, la clase social y la religión, entre otros factores.
Las sociedades resilientes desde un punto de vista demográfico comprenden que las tendencias demográficas se ven influenciadas por un conjunto de factores complejos e interrelacionados de carácter social, cultural, económico, ambiental y político, y por consiguiente exigen unas respuestas en materia de políticas amplias, integrales y con base empírica que permitan a todas las personas ejercer plenamente sus derechos, en particular los reproductivos.
La resiliencia demográfica es proactiva: hace hincapié en la importancia de prever y planificar el cambio demográfico, y de invertir en educación, salud, igualdad de género y acceso a un empleo digno; por ejemplo, a través de varias generaciones. La resiliencia demográfica es transformadora: resalta la necesidad de replantearse las normas tradicionales, especialmente aquellas relacionadas con los papeles de las mujeres y los hombres en las familias y sociedades, que impiden a las sociedades convertir los retos demográficos en oportunidades.
El UNFPA ayuda a los países a encontrar vías proactivas y transformadoras para prosperar en un mundo de cambios demográficos rápidos. Unas vías que conducen a la unidad dentro de la diversidad, así como a la sostenibilidad frente a cambios inevitables, y que aprovechan las infinitas posibilidades alrededor, dentro y entre los 8.000 millones para lograr un mundo justo, próspero y sostenible para todos.